A novela Vingt mille lieues sous les mers (Veinte mil leguas de viaje submarino), cuxa primeira parte foi publicada en 1980, é unha das novelas máis famosas de Julio Verne (1828-1905), considerado o pai da literatura moderna do xénero da ciencia ficción.
Un temporal e unha avaría fixeron que o escritor bretón recalara na cidade olívica en 1878 e en 1884. Nunha carta enviada por Verne a Raoul Duval, deputado que o acompañou na segunda visita á cidade, o novelista escribiu:
“No podéis imaginar nada más admirable que esta bahía de Vigo. Lago inmenso rodeado de montañas cortadas a pico cuyas cimas acaban como las de Pirineos: algo así como el lago de los Cuatro Cantones en una latitud meridional. Toda la fachada que asoma al mar es un cinturón frondoso de variados verdes sobre el que destacan en blanco las numerosas casas de campo y las granjas de los campesinos. La ciudad, coronada por dos castillos, de los cuales uno recuerda la silueta de Mont Valerien, se alza en terrazas a lo largo de la costa. Las calles tienen mucho encanto y están llenas de bellas construcciones en granito de color claro con sus balcones ventrudos que dan al mar y cubiertas de arriba a abajo por unas galerías del más original aspecto."
La bahía de Vigo é o título do capítulo VIII da segunda parte da devandita obra, no que podemos ler:
"Hacia el fin de 1702, España esperaba un
rico convoy que Francia hizo escoltar por una flota de veintitrés navíos bajo
el mando del almirante Cháteau-Renault, para protegerlo de las correrías por el
Atlántico de las armadas de la coalición. El convoy debía ir a Cádiz, pero el
almirante, conocedor de que la flota inglesa surcaba esos parajes, decidió
dirigirlo a un puerto de Francia. Tal decisión suscitó la oposición de los
marinos españoles, que deseaban dirigirse a un puerto de su país, y que
propusieron, a falta de Cádiz, ir a la bahía
de Vigo, al noroeste de España, que no se hallaba bloqueada. El almirante
de Cháteau-Renault tuvo la debilidad de plegarse a esta imposición, y los galeones entraron
en la bahía de Vigo. Desgraciadamente, esta
bahía forma una rada abierta y sin defensa. Necesario era, pues, apresurarse a
descargar los galeones antes de que
pudieran llegar las flotas coaligadas, y no hubiera faltado el tiempo para el
desembarque si no hubiera estallado una miserable cuestión de rivalidades. ¿Va
siguiendo usted el encadenamiento de los hechos?
Monumento aos galeóns de Rande |
-Perfectamente
-respondí, no sabiendo aún con qué motivos me estaba dando esa lección de
historia.
-Continúo,
pues. He aquí lo que ocurrió. Los comerciantes de Cádiz tenían el privilegio de
ser los destinatarios de todas las mercancías procedentes de las Indias
occidentales. Desembarcar los lingotes de los galeones en el puerto de
Vigo era ir contra su derecho. Por ello, se quejaron en Madrid y obtuvieron del débil Felipe V que el
convoy, sin proceder a su descarga, permaneciera embargado en la rada de Vigo hasta que se hubieran
alejado las flotas enemigas. Pero, mientras se tomaba esa decisión, la flota
inglesa hacía su aparición en la bahía
de Vigo el 22 de octubre de 1702. Pese a su inferioridad material, el
almirante de Cháteau-Renault se batió valientemente. Pero cuando vio que las
riquezas del convoy iban a caer entre las manos del enemigo, incendió y hundió
los galeones, que se sumergieron con
sus inmensos tesoros.
Monumento a capitán Nemo na ría |
-¿Y
bien? -le pregunté.
-Pues
bien, señor Aronnax, estamos en la bahía de Vigo, y sólo de usted depende que pueda conocer sus secretos
El
capitán se levantó y me rogó que le siguiera. Le obedecí, ya recuperada mi
sangre fría. El salón estaba oscuro, pero a través de los cristales
transparentes refulgía el mar. Miré.
En un radio de media milla en torno al Nautilus las aguas estaban impregnadas de luz
eléctrica. Se veía neta, claramente el fondo arenoso. Hombres de la tripulación
equipados con escafandras se ocupaban de inspeccionar toneles medio podridos,
cofres desventrados en medio de restos ennegrecidos. De las cajas y de los
barriles se escapaban lingotes de oro y plata, cascadas de piastras y de joyas.
El fondo estaba sembrado de esos tesoros. Cargados del precioso botín, los
hombres regresaban al Nautilus, depositaban en él su carga y volvían a
emprender aquella inagotable pesca de oro y de plata.
Plano da Batalla de Rande |
-¿Podía
usted imaginar, señor profesor, que el mar contuviera tantas riquezas?
-preguntó, sonriente, el capitán Nemo.
-Sabía
que se evalúa en dos millones de toneladas la plata que contienen las aguas en
suspensión.
-Cierto,
pero su extracción arrojaría un coste superior a de su precio. Aquí, al
contrario, no tengo más que recoger lo que han perdido los hombres, y no sólo
en esta bahía de Vigo sino también
en los múltiples escenarios de naufragios registrados en mis mapas de los fondos submarinos. ¿Comprende
ahora por qué puedo disponer de miles de millones?"
- Memoria de Julio Verne en Puerto de Vigo.
- Julio Verne visitó Vigo... y repitió en Vigo Electrónico.
- Julio Verne se enamoró de Vigo, de Diego Pérez.
- La Ría de Vigo, el tesoro de Julio Verne, de Tamara Novoa Alonso.
- Los galeones de Rande en Rebista Ibérica.
- La última expedición en Rande halla tres galeones de la batalla de 1702, de Antonino García.
- Viaje al centro del Verne desconocido (Páxina web).
- Sociedad Hispánica Julio Verne.
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